Mi pecado fue creer que no te amaba demasiado,
si hasta acaricio un papel donde dejaste escrito tu nombre.
Pero no dejaste tu perfume, ni tu sangre, ni tus manos,
en cambio yo, cuando te escribo, lo dejo todo.
Hasta el espejo me devuelve la imagen de un hombre destrozado
y la seguirá devolviendo, y se seguirá burlando.
Porque incluso el más mínimo pecado tiene su castigo:
extrañarte, no estar contigo, escribir cosas que no puedo mostrarte.
Pero el perdón existe y también tiene su precio:olvidarte.
Igualmente (quiero que lo sepas), no pienso pagarlo.
Voy a seguir sufriendo, escribiendo, extrañándote,
mirando la imagen del espejo, reflejándome.
Y seguiré pensando en tu nombre... y en las rosas
y tú seguirás haciéndote la dormida.
Te pareces a la noche que es una y es eterna.
Eres un problema y también la solución.